Quem não tem visto Lisboa não tem visto cousa boa
La afamada capital de Portugal se despliega sobre varias colinas ubicadas en la parte norte del puerto natural más bello del país, en la desembocadura del Tajo. Otrora cuna de la exploración mundial y los descubrimientos geográficos, Lisboa, invita hoy al visitante a que explore y descubra su encanto irresistible.
Los vientos frescos del Atlántico ventilan el barrio de Alfama, que trepa por la colina defendida por el castillo de San Jorge, con Lisboa extendida a sus pies. Casitas blancas de tejados rojos y callejuelas angostas de trazado irregular entre empinadas cuestas y escaleras, que a cada paso nos sorprenden con inesperados miradores, calles adoquinadas, surcadas por rieles de tranvía, ropa tendida, flores en los balcones, melodía de giros y frenadas de viejos tranvías, cafés estilo Belle Èpoque; en los últimos años, Lisboa se ha convertido en un destino muy de moda y a la moda.
El colorido aportado por gentes venidas de todo el mundo, esa sosegada calidez, hogareña, y, como indica el tópico, melancólica, que transmiten sus habitantes, las reminiscencias de la vieja metrópoli de un imperio de ultramar, y esa mezcla inefable de aromas de mar, de café, de castañas asándose en las esquinas... muchos elementos que se combinan para producir una atmósfera acogedora y sencilla que ya quisieran para sí muchas grandes capitales europeas.
Descubrir Lisboa es una hermosa aventura; recordarla un placer entrañable...
Saludos de Xan McTouc, desde Lisboa, Portugal - Agosto 04, 2008